¿Qué hay para comer?
Como manda la tradición, la comida es el alimento más importante en Polonia y debe tomarse en casa. Sin embargo, especialmente en las grandes ciudades como Varsovia, se trata más de un almuerzo tomado en el comedor de la oficina o en un bistró cercano, o incluso un plato de comida rápida para llevar. Aun así son muchas las familias que procuran reunirse para tomar juntos algún alimento, como una cena fuerte los días entre semana, o una comida al mediodía los fines de semana o festivos.
La comida polaca consta de dos platos y un postre casero. De primero se sirven las tradicionales sopas, punto importante de la cocina nacional y su elemento diferenciador, destacando por su amplísima variedad de formas y sabores. Muchas de ellas son platos de temporada o están vinculadas a alguna festividad: en verano se toman sopas a base de hojas nuevas de romaza acompañadas de un huevo duro o sopas de judías verdes; en verano, sopas frías preparadas con hojas de remolacha joven y suero de mantequilla o kéfir, o sopas de verduras de temporada; a su vez, en los inviernos se consumen las sustanciosas sopas de patatas, setas o guisantes secos con panceta. Existen sopas que por lo contundente que son no precisan de un segundo ni de un postre. Entre los platos más populares destaca la sopa de tomate (servida con arroz o pasta) y, cómo no, un caldo casero con fideos. Son típicos también los callos con mejorana (y si se hacen a estilo varsoviano, incorporan unas pequeñas albondiguillas de carne), o sopas preparadas a base de masas madre de harina como el borsch blanco o el żurek.
En cuanto a los segundos, normalmente son carnes (pollo asado, hamburguesas, filetes) con guarnición de ensalada o encurtidos caseros y patatas –cocidas o hechas puré–, siendo menos tradicional el pescado.